2 de abril de 2012

Suave como la seda.




Día I.

Un día encerrado en este espacio confinado, es un lugar húmedo, el hedor llega a ser insoportable debido a todas las almas que han estado aquí antes y los otros pobres infelices que están en las celdas contiguas. Llevo un día preguntándome que hago aquí, ayer me encontraba en mi hogar llevando una vida normal como comerciante en la ciudad. Mis días eran comunes, despertaba muy temprano al primer canto del gallo, a pesar de mi pequeña fortuna creada a base del buen manejo del negocio no ostentaba prendas costosas ni mi hogar era un palacio, sino un sitio de lo más común y austero. Trabajaba en el comercio de telas finas que comerciaba con distintos viajeros de varios pueblos lejanos, piezas realmente exquisitas traídas de oriente hasta las más usuales fabricadas a las afueras de la ciudad. El negocio comprendía un pequeño espacio en el mercado pero siempre con un increíble surtido, llamaban la impresión de varias mujeres nobles y también de las que no al menos en cuanto a títulos se tratara. No contraje matrimonio, supongo que estaba tan enfocado a mi trabajo que nunca tuve siquiera tiempo de pensar seriamente en ello, ahora que estoy aquí siento arrepentimiento de ello. Estoy agotado hace calor en este sitio, cierro mis ojos, no soporto el cansancio…

Día II.

Desperté abruptamente, los celadores se han llevado a los demás sujetos que se encontraban en las celdas de a lado, gritaban, mordían y golpeaban a los guardias, fueron sometidos de forma inmediata, uno de los guardias golpeo con tal intensidad a uno de los prisioneros que perdió varios dientes, los cuales ahora veo esparcidos en el polvoriento piso, permanezco perdido viendo tal escena, escucho cerrar la celda, los guardias y los prisioneros se han ido dejando atrás cinco relucientes piezas dentales carmesís en el suelo. Trato de estar relajado en estos momentos y no logro pensar en otra cosa más que en el día de mañana. ¿Cómo llegue aquí?. Hace tres días hacia negocios con un mercader, se trataba de la más delicada pieza jamás vista por mis ojos era una obra maestra de algún diestro artesano del tejido creada para una persona sumamente adinerada o algún rey de una tierra lejana, era de un hermoso color escarlata. ¿Como dejar tan maravillosa vestimenta en manos de un mercader viajero y desconocido?. El precio era lo mejor, cerré el trato. Recuerdo muy bien ese instante cuando me disponía a guardar la mercancía, para el final deje tan majestuosa prenda, merecía un lugar especial para ser conservada y por supuesto poderlo ofrecer a un magnifico precio… Cuando pensaba en las jugosas ganancias y lo afortunado que había sido por hacer tan esplendido negocio escucho tocar mi puerta, abro y entran con una celeridad como un torbellino varios guardias armados en el centro se encontraba la figura de lo que reconocí como un cónsul. Me golpearon y arrastraron sin saber cuál era mi culpa. Fue expedito se me juzgo por robo, esa prenda magnifica que había llegado a mi negocio no se trataba más que de una trampa impuesta por algún mercader resentido contra mí. Me vi embelecado por tan hermosa pieza que no me di cuenta se trataba de una treta simplemente bien orquestada en mi contra. No he probado bocado alguno estoy por desfallecer trato de mantenerme despierto y alerta no puedo más cierro mis ojos…

Día III.

Abro mis ojos, es muy temprano, logre escuchar un gallo, recordé por un instante mi hogar. Hace calor , escucho movimiento sobre mi cabeza, guardias corren por entre las celdas y otros llevan a mas prisioneros , me esfuerzo por mantener mi mente tranquila, ha llegado el momento un guardia abre mi celda, me levanto y camino hacia la entrada, me toma por mis cadenas la cuales están solamente en mis manos, me dirijo hacia un pequeño pasillo oscuro hasta el fondo logre ver una luz, el guardia retira mis cadenas, me da una espada mellada y me hace caminar hacia la puerta iluminada, duelen mis ojos, no me he acondicionado a ver tanta claridad, comienzo a adaptarme, conforme voy caminando escucho gritos y jubilo me acerco a la puerta y esta se abre camino con pasos indecisos al centro de la arena, me encuentro abrumado, cientos de personas gritando y gimiendo, veo lodo en el suelo creado con sangre, se anuncia el cargo por el cual fui condenado un hombre se acerca a mí, porta un casco metálico y una armadura que cubre todo el brazo derecho, está armado con una espada me saluda y comienza a atacarme, escucho gritos de los espectadores , risas, alegría y jubilo , me hiere una y otra vez, siento escapar mi vida , caigo al piso con los ojos abiertos siento y veo como mi sangre tiñe de rojo carmesí la arena, me parece hermoso una visión provocadora que lleva a la catarsis, cierro mis ojos… 

Pero el espectáculo debe continuar.

Saúl.

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Suave como la seda. por Saúl se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 2.5 México.
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